No fastidies mis círculos

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Cuando las tropas de Marcelo saquearon Siracusa, un soldado llegó a casa de Arquímedes. Éste estaba absorto dibujando figuras geométricas. La casa estaba desierta porque los pocos sirvientes y esclavos que le quedaban habían huido. El soldado, ante el lujo de la mansión, instó al extraño anciano a que le dijera dónde estaban las riquezas. Arquímedes le pidió simplemente que no le molestara. El legionario se acercó a él y lo zarandeó con malos modos, arruinando su dibujo. Arquímedes se enfadó mucho, y el legionario consiguió que dejase de gritar degollándolo. Cuando se enteró de que el general Marcelo había dado orden de respetar a aquel viejo impertinente, al soldado le temblaron las piernas.

Para dedicarse a dibujar cuando el enemigo está saqueando tu ciudad después de asediarla durante tres años hay que ser muy apacible. Y más si has sido el artífice principal de la defensa de dicha ciudad.

‘De Arquímedes a Einstein: los diez experimentos más bellos de la física’, Manuel Lozano Leyva.

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